Dirígeme por la senda de tus mandamientos, porque en ella encuentro mi solaz. Salmo 119:35 (NVI)
«Pero, ¿por qué tenemos que leer la Biblia todos los días, mamá?» Mi hija se quejó, presionando su mejilla contra la cubierta floral de su Biblia.
Respirando hondo y acariciándole la mejilla, le puse un mechón de cabello detrás de la oreja. «Tenemos el privilegio de leerla, mi amor». Me incliné hacia ella. «Porque la Biblia es la Palabra de Dios para nosotras».
Señalando el jarabe de arce pegajoso y las migas de waffle esparcidas en nuestros platos, continué: «¿Acaso te saltarías el desayuno?». Ella negó con la cabeza, sorprendida, y yo contuve una sonrisa. «La Palabra de Dios alimenta nuestra alma, así como alimentamos nuestro cuerpo. Jesús lo llamó nuestro pan diario».
Me recosté en la silla, mientras mis palabras resonaban en mi propio corazón. Hubo épocas de mi vida en las cuales habían pasado muchos meses, incluso años, en los que yo no había querido leer la Biblia. Aunque crecí como hija de misioneros, a veces la Biblia me parecía, me avergüenza decirlo… aburrida.
¿Alguna vez te has sentido así? No es algo que diríamos en voz alta, no de esa manera exactamente. Creemos que la Biblia es importante, sí. Que es inspirada, por supuesto. Que es útil, claro que sí. Pero, ¿nos entusiasma leer la Biblia?
¿Anhelamos una palabra fresca de parte de Dios como anhelamos la comida?
¿Creemos que Dios desea revelarse a nosotras a través de las páginas de la Escritura?
La verdad... no siempre.
Si tu corazón se entristece al comprender esa realidad, tengo buenas noticias para ti y para mí: solo Dios puede transformar una convicción mental en un afecto del corazón, y Él desea ayudarnos.
Durante una temporada especialmente difícil en mi caminar espiritual, clamé a Dios: ¡Despierta en mí una sed santa por más de Ti! Abría mi Biblia por deber, pero en mi corazón clamaba: ¡Quiero deleitarme en Ti! Transforma mi amor para desearte por encima de todo.
Aprendí tales oraciones de David, el salmista que escribió el capítulo más largo de la Biblia, el Salmo 119, sobre su amor por la Palabra de Dios. Sorprendentemente, él confesó que necesitaba que Dios despertara su afecto por Él:
Dirígeme por la senda de tus mandamientos, porque en ella encuentro mi solaz… Aparta mi vista de cosas vanas… (Salmos 119:35, 37a, NVI).
¡Qué alentador! Al igual que David, si no deseamos a Dios, simplemente podemos pedirle que nos dé ese deseo. Y Dios siempre responderá a esa oración. Lo hizo en la vida de David. Lo ha hecho en mi vida. Lo está haciendo en la vida de mis hijos. Y sin duda, también lo hará en la tuya.
Porque es el buen placer de Dios darnos tanto de Él mismo como estemos dispuestas a recibir.
¿Oras conmigo?
Precioso Señor, despierta en mí un hambre santa por Ti, y concédeme sed para que pueda beber de Tu río de delicias. Transforma mi corazón para desearte por encima de todo, y satisface mi alma con Tu presencia. Quiero desearte más. En el Nombre de Jesús, Amén.
La NVI Biblia de Estudio Teología Bíblica te permite reflexionar sobre las historias individuales y los temas de las Escrituras, y ver cómo encajan en la gran narrativa divina. Puedes renovar tu estudio bíblico al explorar la teología de los libros individuales y las colecciones seleccionadas dentro de la Biblia, e identificar los distintos temas a medida que se desarrollan a lo largo del canon.
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Salmo 36:7-9: ¡cuán precioso, oh Dios, es tu gran amor! Todo ser humano halla refugio a la sombra de tus alas. Se sacian de la abundancia de tu casa; les das a beber en el río de tus delicias. Porque en ti está la fuente de la vida y en tu luz podemos ver la luz. (NVI)
¿Qué revela este pasaje sobre el deseo de Dios para Su pueblo? Considera escribir una oración breve pidiéndole a Dios que aumente tu deseo por Él y deléitate en Él esta semana.
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© 2025 por Asheritah Ciuciu. Todos los derechos reservados.
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